- Proceso de Reclutamiento para el Departamento 413.
- Registro de la Operación "Niños Milagro" Parte 1.
- Registro de la Operación "Niños Milagro" Parte 2.
- Transcripción del Diario Encontrado en la Exploración ES-016.
- Curso de Rehabilitación para Entidades Anómalas Conscientes Humanoides (CREACH) - Parte 1.
- Relato Marw Secreto.
- Despertar
- La Noche del Ginseng
- Ritos Familiares
Introducción: Durante los eventos sucedidos en la recuperación inicial de SCP-ES-016, entre los objetos extraídos de la locación donde se encontró el objeto se incluyó un cuaderno deteriorado. A continuación, se mostrará la transcripción del mismo de las páginas que se pudieron recuperar.
Acto 1.
“Hoy es un día importante”, era el pensamiento colectivo del Sitio-89. Cada sala, corredor, habitación e inclusive las anomalías habían sido aseadas de forma meticulosa, ya que, en este día, 14 de noviembre, se conmemoraba la reunión anual entre el Sitio-89 y el Sitio-34, sitios que coexistieron como hermanos pero que hoy en día son dos complejos totalmente diferentes. Fecha escogida como una manera de honrar a todos los agentes que perdieron la vida durante el derrumbe de la primera locación del sitio anfitrión.
La jornada empezó atareada, con el personal corriendo de un lado a otro mientras realizaban los preparativos para la reunión. Once y media de la mañana marcaba el reloj, cuando una investigadora de aproximadamente un metro sesenta y dos, pelo lacio hasta la cintura color negro, figura delgada y con una disonante expresión de estrés que desentonaba con el resto de sus compañeros retumbaba con sus pasos sorpresivamente pesados a lo largo del pasillo que conducía al área de Investigación General del Sitio. Era la Doctora Nina García, y su objetivo era la oficina del jefe del Equipo de Investigación General.
La doctora abrió la puerta de golpe, sorprendiendo a todos los habitantes de la misma, que no era secreto que el excéntrico dueño de la habitación le gustaba coleccionar mascotas exóticas, las cuales rápidamente volvieron a sus escondites.
— ¡Altair! ¡¿Ya lo viste?! — gritó la ahora desalineada Nina
— ¡Ya lo sé maldición, ya lo sé! —Respondió el ahora revelado Altair, mientras trataba de controlar su alterada respiración dando vueltas en la oficina mientras se rascaba la cabeza.
Nina tomó unos segundos para respirar hondo y recuperar su actitud de neutralidad y tranquilidad habitual — Tuviste suerte, en cuanto sonó la alarma pude cortar la transmisión al resto del sitio casi al instante, luego expliqué por el altavoz que fue una falsa alarma. Sé lo que representa este evento para todos aquí, no quería que el sitio fuera exhibido como una bola de incompetentes ante nuestra competencia. Bueno, más específicamente tu —Pronunció con un solo aliento Nina.
Altair, copiando la rutina de Nina, respiró y exhaló, solo para mostrar una cara de cansancio — Aaaaaah, no quiero tener a la directora sobre mi cuello otra vez. ¿Cuál es el estado de la celda?
Sellada
¿Había otros objetos dentro?
Por fortuna no, se había inaugurado ese almacén de criogenización, eso fue lo primero en moverse ahí —
Altair hizo una pausa antes de continuar — ¿Hubo fatalidades? —
A lo que Nina contestó — No, solo perdí una mano — mientras sacudía su brazo derecho que había escondido en el brazo de su suéter.
Hubo un silencio sepulcral. Altair solo podía ver a Nina con una expresión de preocupación y náuseas
— Lo siento, creí que una broma ayudaría a aligerar el ambiente — Respondió Nina mientras dirigía su mirada al cánido emplumado que dormía en el suelo. A Nina siempre le sorprendió que Orión pudiera conservar la calma ante situaciones así.
— Olvídalo, veré que puedo hacer desde aquí. No podré ir en persona, tengo que acompañar a la directora cuando reciba a la cabecilla del Sitio-34. Llama a Curry y explícale la situación
Sabía que dirías algo así —respondió Nina con seguridad — Ya está en camino. Sin embargo, necesitará ayuda, esa cosa es bastante grande, no importa que tan bueno sea Curry con sus juguetitos eléctricos —.
Altair llevó su mano izquierda a su mentón mientras seguía caminando en círculos en el centro de la oficina. ¿Los especialistas de contención? No, llamaría mucho la atención, y tendría que recibir un regaño directo ¿El equipo de seguridad? No, en estos momentos están ayudando al resto del personal a organizar la fiesta. Todos estos pensamientos circularon a gran velocidad la cabeza de Altair, mientras que Nina acariciaba al coyote emplumado.
— Lo que necesitamos es… ¡Alguien externo! —Dijeron ambos al unísono. — Pero ¿a quién? ¿Quién podría responder y viajar al Sitio-89 antes que el Sitio-34 y sin levantar sospechas? —dijo Nina, habiendo analizado la situación.
Antes de que Altair tuviera oportunidad para responder, una notificación hizo sonar el beeper de Nina. Era un código de error 12/AF, “Credenciales rechazadas en el acceso principal”. Nina utilizó el ordenador de la oficina para entrar al sistema de cámaras del Sitio-89, para revelar un auto negro enfrente a la caseta de vigilancia teniendo una discusión con el guardia apostado.
— ¿Un miembro del Sitio-34? ¿Qué hace aquí? Todavía falta media hora para que empiece el evento, programé el acceso para que a esa hora funcionara con las credenciales de allá — exclamó Nina.
— Tal vez se encontraba lejos y quiso llegar antes para que no se le hiciera tarde, a no ser que… —
— ¿A no ser qué? —
— Que sea un novato —
Acto 2.
— Disculpe las molestias señorita, el sitio estaba más escondido de lo que pensaba y temí que se me hiciera tarde. Traje comida ¿Dónde la pongo? Es un gran tazón de lasaña, espero que les guste —
Las palabras del agente desconocido desconcertaron a Nina. Ella no estaba acostumbrada a lidiar con personas tan joviales en su entorno laboral, pero lo que más le llamaba la atención era que el invitado no se había quitado su casco desde que salió de su auto. No pudo observarlo de forma discreta.
— Ah si, déjala sobre alguna de esas mesa — respondió Nina mientras regresaba de su pequeño trance.
— Wow, se ve bastante bien el lugar, no pensé que nos iban a recibir de esta forma ¿Cuándo llegan los demás? —dijo el agente mirando a su alrededor. Su voz distorsionada por el filtro del casco lo hacía sonar, de cierta forma, algo gracioso. A pesar de que era algo completamente nuevo para Nina, el resto del personal no le daba importancia. Es muy diferente trabajar con anomalías a través de una computadora que en persona, o con gente excéntrica en general.
— Por favor, acompáñeme señor…
Ender, por favor
Ender. Soy la jefa del Departamento de Informática, me llamo Nina. Como puede darse cuenta llegó algo antes que los demás, así que tendré que activar los permisos para su credencial de forma manual, sígame por favor. —
El regreso a la oficina de Altair fue en un silencio que al resto del público le pudiera parecer incómodo, pero a Nina no le gustaba interactuar con desconocidos, y Ender apreciaba ese descanso social después de haber sido abordado por el guardia y la propia Nina. Anticipando la llegada de los dos, Altair abrió la puerta de su oficina instantes antes de que Nina pudiera posar su mano en el picaporte, haciéndolos pasar casi a la fuerza. Debido a esto, Altair no se percató de la apariencia inusual de su “invitado”.
Ender se distrajo observando los diferentes recintos de las criaturas que cuidaba Altair, mientras este jalaba de la manga de su sudadera a Nina para hablarle de forma discreta.
— ¿Qué es esto? ¿Un Power Ranger? —exclamó Altair con una mueca de sorpresa y nerviosismo. Nina no pudo evitar soltar una pequeña carcajada, y recuperando la etiqueta seria contesto en una especie de susurro agresivo — ¡No te quejes! Es el único que nos puede ayudar en estos momentos, voy a buscar su expediente, haz plática en lo mientras, se llama Ender —.
Altair se pasó su mano izquierda por su rostro y tosió a su puño derecho para llamar la atención de Ender, cuyo enfoque se encontraba con Orión, el cual lo miraba de forma curiosa. Que no lo haya mordido de inmediato era un buen indicador para Altair.
— Así que te llamas Ender ¿cierto? — exclamó Altair en forma dubitativa, despabilando a Ender del pequeño trance en el que estaba.
— Oh, es correcto ¿con quién tengo el gusto — respondió mientras extendía su mano hacia Altair, el cual no se esperaba tal grado de cortesía. Con cierto grado de torpeza le respondió el saludo, y prosiguió: — Mi nombre es Altair Cervantes, soy el jefe del Equipo de Investigaciones Generales. Te he llamado aquí porque necesitamos tu ayuda —.
— ¿En serio? ¿De qué se trata? ¿Algo con las decoraciones? —respondió rápidamente Ender. Altair le hizo una seña a Nina, a lo que ella se posó a su lado con su fiel tableta en mano, mostrándosela, y él la leyó con rapidez. Con su rostro lentamente recuperando el color, el investigador, con una ligera sonrisa, le dijo a Ender: — Lo siento, cosas del trabajo. No, el problema es de otra naturaleza, es algo que no puedo dar a conocer al resto del sitio, y un agente con tus habilidades me podría ayudar bastante —.
Ender adoptó una postura seria, teniendo el presentimiento que este día de descanso no sería tan tranquilo como pensaba. Pero no le desagradaba, si algo en lo que es bueno es pelear, y si requerían de él, habría cráneos aplastados de por medio. Ender simplemente asintió con la cabeza y dijo — me interesa, prosiga —.
— Tenemos un pequeño gran problema, verás, desde que se creó el Equipo de Investigaciones Generales se han revisado los procedimientos especiales de contención de los objetos que tenemos contenidos en el sitio. Algunos se rehacen para que sean más seguros, otros simplemente se dejan así porque funcionan. Pero hay otros casos donde las cosas se vuelven… inviables, si sabes a lo que me refiero —. Ender empezó a preocuparse, no quería ensuciarse las manos otra vez, no quería perder la confianza que tanto le costó ganar a sus compañeros, y menos por una petición de dos extraños. Lo pensó por unos segundos, y dándose cuenta del engaño por el que terminó en la oficina, infló su pecho, y giró su rostro directamente a Altair — No voy a permitir que nadie me use como una herramienta ¿qué pasa si me niego? —.
Altair, habiendo leído rápidamente la ficha de personal de Ender, ya tenía una idea general de su historia antes de la Fundación. Tal vez pudo parafrasear mejor su discurso para no tocar fibras sensibles, y para enmendar el aparente error, respondió: “Tienes razón, no tengo derecho a mandarte cuando ni siquiera trabajo contigo, pero déjame terminar de hablar y ya decidirás si me ayudas o no”.
Ender tenía ya los puños cerrados, mientras que Altair se paraba de forma diagonal con un brazo delante de él, con el otro en su espalda, listo para hacerle una seña a Orión. Nina se encontraba en medio de los dos, nerviosa, y a la vez emocionada de ver cómo terminaba esto. Antes de que Nina pudiera intervenir, Ender rompió el silencio.
— De acuerdo, pongamos a la Fundación antes que las intenciones ocultas, ¿qué está sucediendo? —.
Altair, exhalando y mirando hacia el piso, alivianándose de toda la presión, continuó: — La administración anterior a la mía se “deshizo” de una entidad humanoide que resultaba muy tediosa de contener hace varios años atrás. La criogenizaron para su futuro estudio. Sin embargo, hace unos días un agente tenía que transportar un objeto al Ala de Objetos Anómalos, una vasija que contenía entidades ectomorfas, se resbaló y lo rompió en el trayecto. Creímos haber dispersado a todos esos fantasmas, pero resultó ser que no, ahora tenemos a un gigante enojado dentro de un refrigerador con ganas de matarnos a todos. No puedo ir yo, tengo que estar presente en la reunión de hoy por ser jefe de un departamento, y digamos que mi relación con el director de sitio no es la mejor —.
Ender exhaló, cruzó sus brazos, y solamente respondió: — ¿Dónde está? —
Acto 3.
Nina acompañó a Ender en el elevador hacia el piso subterráneo donde se encontraban las celdas de criogenización. Durante el camino, Nina le enseñó imágenes de la criatura a Ender, una entidad humanoide altamente tonificada que medía un poco más de dos metros de alto, la cual puede convertir en piedra a todo ser con el que mantenga contacto físico con la palma de sus manos por tiempo prolongado. Cuando era luchador en las arenas clandestinas, una de las tácticas habituales para Ender era visualizar sus encuentros pasados antes de cada combate, reviviendo sus experiencias pasadas y recordar la forma en la que salió airoso, o fue derrotado, con el propósito de corregir sus errores y/o tener un plan de antemano.
Este ser le recordaba a su última lucha, cuando peleó contra un ex-luchador de MMA de peso pesado. Podía recordar la fuerza de sus golpes, la resistencia inusual de su oponente, la adrenalina corriendo por sus venas como nunca lo había sentido, los gritos de la gente, y la imagen del doctor Khoi. Este último recuerdo se coló en su mente de forma intrusiva, a pesar de que no le iba a servir para nada en esta pelea, Ender no pudo evitar sonreír al recordar a su amigo, el único que le tendió la mano y lo sacó de un lugar que eventualmente lo iba a llevar a la muerte por desgaste. Dejando al imaginario doctor Khoi para revisitar su pelea, recordó que ese hombre no caía con nada que le lanzara, sin importar la cantidad de veces que lo hiciera. Al final, Ender se alzó con la victoria, pero tuvo que recurrir a “eso”, un movimiento que había decidido sellar por su brutalidad.
El sentimiento de nerviosismo y la posibilidad de volver a desatar “eso” pudieron empezar a hacer circular la sangre de Ender a mayor velocidad, aumentando su temperatura corporal, a pesar de estar por entrar al refrigerador.
— Aquí es, la puerta es la tercera a la izquierda. Ya configuré tu credencial para que funcione con los lectores del sitio. Tengo que regresar, buena suerte —dijo Nina antes de regresar al elevador y cerrarlo rápidamente. Ender avanzó de forma silenciosa hacia la pesada puerta de metal, que contaba con algunas abolladuras provenientes del interior. Se detuvo antes de activar la puerta, mientras cerraba los ojos y daba unos cuantos saltos en su lugar, asegurando que cada articulación estuviera funcional, y cuando terminó sus calentamientos, accedió al infierno congelado.
Lo primero que pudo observar fueron una serie de tubos criogénicos dañados, destacando uno que había sido destruido casi en su totalidad, como si hubiera habido una explosión en su interior. Antes de tener la oportunidad de seguir explorando la basta habitación, algo jaló su brazo derecho, lo que lo obligó a agacharse hacia una mesa que se encontraba cerca de la entrada.
— Sssssh, no hagas ruido, está en el fondo, creo que no sabe que estamos así —dijo un agente que había tomado cobertura debajo de la mesa. Era un hombre de aspecto tonificado, cabello castaño corto, tenía bastantes heridas en su cuerpo, consistiendo principalmente en moretones y cortadas. Había sangre proviniendo de un corte sobre su ceja derecha. El agente sostenía un taser de gran tamaño con ambas manos.
— Por cierto, soy el agente Lewis Curry ¿eres el refuerzo que mandó Altair? —Ender respondió asintiendo la cabeza — me conocen como Ender, soy parte del- —el discurso de Ender fue interrumpido por un rugido, lamentablemente desde que usa ese casco ha tenido dificultad para modular el volumen de su voz. Curry intentó enfadarse, pero entendió que no fue la culpa de su compañero, así que rodeó la mesa para colocarse detrás de una unidad de criogenización y dijo — Llama su atención, aprovecharé cuando esté distraído para dispararle —.
Ender se levantó y miró hacia la fuente del sonido, podía escuchar pasos pesados sobre el piso metálico provenientes de su izquierda, hasta que sus ojos encontraron al responsable de la destrucción. Un ser que era aún más grande que aquél luchador de MMA, parecía la versión deformada de un hombre joven. Ender levantó su guardia, y avanzó con sus brazos arriba hacia la criatura. El ser, al percibir la presencia de Ender, se lanzó a toda velocidad hacía él, a lo que Ender respondió cambiando de táctica, moviéndose hacia adelante para responder al tacle inminente.
Ambos luchadores chocaron, gracias a la experiencia de Ender, supo sacar provecho de su mejor postura y agarre sobre su oponente, haciéndolo retroceder unos pasos. Sin embargo, recordó las palabras de Altair, y rápidamente rompió el forcejeo para evitar la petrificación, optando por una sucesión de jabs y ganchos al cuerpo de la criatura.
A pesar de la diferencia en técnica entre los dos, los golpes de Ender no parecían tener mayor efecto, o si los tenían su oponente no lo aparentaba, la cual avanzaba hacia Ender mientras trataba de cubrirse, haciéndolo retroceder de forma inconsciente. Aunque la pelea no tenía mucho tiempo de haber comenzado, Ender empezó a sentir la fatiga en su cuerpo, “este tipo es duro, es como si estuviera golpeando una roca” pensó para si mismo Ender, mientras daba un salto hacia atrás para hacer distancia entre él y su oponente “¡No hay problema, seguiré golpeando hasta que se rompa!”, volvió a pensar y tomó su segundo aire, lanzándose de nuevo hacia la criatura, la cual aparentemente se dio cuenta de su error de estar a la defensiva, y empezó a arrojar manotazos y golpes hacia Ender. Si bien no tenían la forma de un artista marcial, eran rápidos y fuertes, lo suficiente como para mantener precavido a Ender.
Este intercambio se mantuvo durante varios segundos, con ambos luchadores recibiendo golpes que los hacían retroceder, pero no caer. Curry entendió la gran desventaja de Ender: su rival no sentía dolor, ni estaba vivo, su resistencia no bajaba y no era afectado por el frío del gran refrigerador. Era cuestión de tiempo para que Ender cometiera un error fatal, y él mismo lo sabía, aunque no quería admitirlo. Ender estaba más concentrado en la emoción de esta pelea que en sus instintos de auto preservación.
Curry dejó de lado su plan de emboscar a la criatura, y se lanzó a la ofensiva; Ender logró redirigir un golpe de la criatura, y Curry, entrando a la batalla, dislocó su brazo izquierdo, y como si se tratase de una navaja, golpeó con la punta de su taser el cuello del monstruo, jalando el gatillo. La criatura se retorció por la gran descarga eléctrica durante unos instantes, pero cargando con su hombro empujó a un lado a Curry, lo que le hizo soltar el taser. Identificando la fuente del ataque sorpresa, el ser destruyó de un pisotón el taser, y regresó su atención a Ender, quien había regresado a la acción tomando el brazo dislocado, y con un movimiento de judo, logró que el ser se pusiera de rodillas. Asegurando el brazo con su axila izquierda, Ender lanzó una lluvia de golpes al rostro de la criatura, mientras que Curry, recuperándose del ataque, dejó caer una serie de golpes martillo en el cráneo del ser.
La criatura poco a poco mostraba signos de trauma físico, “tal vez si el recipiente era destruido, el ectomorfo también”, era un pensamiento que pasó por la mente de Curry durante la brutal paliza. Pero, el agente Curry fue el primero en sufrir el cansancio por las condiciones hostiles; perdía poco a poco la forma de su puño, no sentía sus brazos, y sus oídos se bloquearon. Cuando se dio cuenta, se encontraba de rodillas en el suelo. Esta era una oportunidad que el ser no desaprovecharía, con un peso menos sobre sus hombros pudo redirigir toda su agresión hacia Ender, a quien tomó por el hombro con su brazo derecho y jaló hacia el suelo. Sino fuera por su casco Ender hubiera muerto ese día. La criatura, como si un látigo fuera, balanceó su brazo izquierdo y lo azotó contra Ender repetidas veces. Por primera vez en mucho tiempo, el filtro de su casco sabía a sangre.
“Entonces ¿este es el fin? ¿Moriré en un refrigerador peleando como perro por un desconocido? Je, no sería diferente a los viejos tiempos” pensaba Ender, mientras sentía como su consciencia se desvanecía poco a poco, había llegado al punto en el que ya no percibía el dolor.
De repente Ender ya no sentía la presión de los golpes, sus oídos estaban nublados por un ruido similar al tinnitus, y sus ojos solo podían percibir una cegadora luz blanca, con una figura oscura en medio. Conforme pasaban los segundos, sus sentidos empezaron a ajustarse de nuevo, empezó a escuchar ruidos similares a forcejeo y voces humanas. Sus manos sintieron el frío metal que conformaba el piso, así como el resto de su cuerpo sintió una helada que erizó sus vellos, y sus ojos le revelaron el panorama: la criatura estaba siendo restringida por el agente Curry, el cual mantenía un ahorque desde la espalda del monstruo, pateando regularmente su brazo para evitar la petrificación.
Ender aprovechó la oportunidad, y se dirigió a la criatura, dispuesto a usar “eso”. Ender se levantó con dificultad, agitó su cabeza, y retomó su guardia con los puños levantados a la altura del pecho, el brazo y pierna izquierda adelantados, y avanzó hacia su oponente manteniendo la posición.
Cuando se aproximó lo suficiente, pudo sentir como temblaba su puño derecho por la fuerza que concentraba en él, todo su cuerpo tembló en anticipación al movimiento que iba a hacer. Apenas a unos 30 centímetros de la criatura, Ender soltó un golpe, un único golpe que consistía en un gancho derecho hacia la mandíbula del monstruo.
“Espera, ¿detuvo su golpe?” pensó para sí Curry, quien miraba con sorpresa el movimiento de Ender, y antes de que pudiera expresar una queja, Ender liberó de sus restricciones aquel movimiento que se había prohibido a si mismo, ya que tenía miedo de lastimar a sus rivales. Se escuchó cómo el puño de Ender rompía el aire a su alrededor, y como si hubiera ocurrido una pequeña explosión, la cabeza de la criatura ahora miraba hacia el techo, como si de repente hubiera girado 90 grados, aplastando y dejando irreconocible su mentón. El nombre de esa técnica es: “Garra del Tigre”, un nombre que, aunque no muy original, era una forma elegante de referirse al golpe de una pulgada popularizado por Bruce Lee y el cual le había dado a Ender bastante fama en sus tiempos de peleador clandestino.
El monstruo, derrotado, cayó al suelo, vomitando una sustancia negra, similar al petróleo. Ambos agentes confirmaron que la entidad había sido neutralizada. Curry le aseguró que ya todo estaba bien, él se iba a encargar del papeleo, y Ender era libre de ir a la fiesta, la cual tenía unos minutos de haber empezado.
Acto 4.
Ender regresó al elevador, todavía temblando por la pelea, y haciendo una recapitulación de todo lo que había pasado en un aparente día de asueto: un par de personas extrañas lo habían chantajeado para matar un monstruo, y ahora se encontraba bastante golpeado. No sabía cómo recuperarse de esto. Ender era bastante consciente de que, a pesar de haber sido enlistado ya hace tiempo en la Fundación, debido a sus orígenes no era bien recibido entre sus compañeros de destacamento móvil, y este desprecio se acentuó con la adición del casco. A pesar de aparentar ser una persona ruda, Ender tenía su lado sensible, aunque no es muy sociable, disfruta como cualquier otro la interacción humana.
Empezó a temer de dar una mala impresión a los demás. Este evento era una oportunidad que había esperado para romper el hielo y conectar con otras personas fuera de su círculo social, no podía ir ahí golpeado y desalineado. El elevador se detuvo un piso antes de la planta baja, que daba a un ala médica. Ender entró y le pidió a un desafortunado doctor que se tuvo que quedar a hacer guardia si le podía dar material para curar sus heridas. En una sala para primeros auxilios, Ender vendó su abdomen y parchó con gazas las heridas del resto de su cuerpo. A veces el casco era una maldición, le molestaba no poder ver su propio rostro y el estigma que conllevaba tenerlo, pero en otras ocasiones lo veía por lo que era, una herramienta parasitaria inseparable. En este caso era un alivio, no tenía que parchar su cara.
Está por demás decir que su saco había sido arruinado y explicando su situación al ahora amable doctor, este le prestó una bata que le sobraba. Ender trató de arreglar su pantalón de vestir sacudiéndolo y lavándolo, si bien ya no tenía la marca recta por haber sido planchado y contaba con varias rasgaduras, estaba en mucho mejor estado que hace unos momentos.
Cuando Ender estuvo por llamar al ascensor por última vez, se detuvo unos segundos “¿En serio hay un lugar para mi ahí arriba? Estoy hecho un desastre, no creo que sea bien recibido por ahí. Espero que les haya gustado mi lasaña, supongo que iré discretamente para tomar mi molde y me iré de aquí” pensó de forma pesimista. Tal vez era cierto, y no tenía un lugar en la Fundación. Tal vez el doctor Khoi se equivocó al darle esta segunda oportunidad en la vida. Derrotado, entró al elevador mientras se despedía del doctor.
Tal vez cabizbajo, Ender salió del ascensor, con un humor que desentonaba con el resto de la sala; “¡Feliz aniversario, Sitio-89!” se podía leer en una manta que colgaba de la segunda planta, globos, mesas con comida, gente pasando y hablando por doquier. A Ender le sorprendía ver tantos rostros que no conocía, incluso si la mitad de los presentes eran del Sitio-34. Ender prosiguió su camino hacia la mesa de bocadillos, para su sorpresa no podía encontrar su molde ni en esa mesa ni en ninguna otra. Cuando su desesperación podía ser casi aparente (esto a falta de rasgos faciales), pudo sentir una mano en su hombro. Esa mano le pertenecía a Altair.
Antes de que Ender soltara una lluvia de quejas sobre el investigador, este lo llevó junto con un grupo de personas.
— ¡Hola Ender, te estaba buscando! Te quería presentar a mis amigos, ellos son Richard Dunwich, Borja Dowell y Jacobo Merlín, son personas muy influyentes en el Sitio-34, les hablé de ti y mostraron interés en tu currículum, puede que trabajen juntos en un futuro—dijo Altair, mientras le daba un par de palmadas en la espalda a Ender y lo empujaba al centro de la reunión, — por cierto, la lasaña estaba muy buena, fue difícil hacer que Dunwich nos compartiera —. Todos se unieron en una carcajada, que cuando terminó, Altair se despidió del grupo y se acercó a Ender para decirle algo a lo que creía era su oído — gracias, estoy en deuda contigo, disfruta el resto del día —. Hay dos cosas que hacen sentir feliz a Ender en el mundo, la adrenalina de una buena pelea y la calidez de la amistad. Aún con el casco, era aparente la sonrisa de Ender por el resto de la fiesta.
Uno, dos, tres…
Una casa, sonidos de pasos torpes y rápidos golpeando un piso de madera viejo, un vestido negro con blanco, una voz incorpórea imposible de identificar, la calidez de la amistad.
Cuatro, cinco, seis…
Una entrada secreta, ¿Nave industrial, fábrica automotriz? recuerdos muy difusos. Una bata blanca, un logo negro con tres flechas. Niños, muchos niños. Niños tristes, afectados por algo. Horrores que no deberían existir.
Siete, ocho, nueve…
Hay algo en el sótano, niños muertos, oficina prohibida, el dron, ¿dónde está el dron?¿Qué es eso?, cuerpos que no son cuerpos, sobrevivir, sobrevivir, sobrevivir…
Nueve, nueve, nueve…
Un grito rompía la cuenta atrás de la pesadilla, como ocurría ocasionalmente cada mañana. Paulina se levantó de la cama y realizó ejercicios de respiración para relajarse. Con su compostura recuperada, se arregló y fue en búsqueda de Amelia a su habitación, la cual ya se encontraba despierta y lista para el trabajo del día. Amelia ya se había acostumbrado a las pesadillas de su madre y hacía de cuenta que no escuchaba nada.
Ambas García vivían en una de las muchas casas abandonadas aledañas a Vida Eterna. La madre trabajaba en el orfanato y la hija se encargaba de tareas del hogar y buscar comida.
La repentina desaparición de las hermanas así como del director afectó gravemente la estructura de Vida Eterna; de un momento para otro los niños dejaron de llegar, y empezaron a crecer, poco a poco. Amelia se dio cuenta al notar que había aparecido un tablón de cumpleaños en el salón principal del orfanato.
Sin un benefactor, Paulina, Amelia y el resto de los niños se esforzaron en conjunto para enfrentar este mundo cruel que los había abandonado. Amelia cuidaba y enseñaba a los niños, mientras que Paulina administraba las finanzas del lugar y se encargaba de las tareas del hogar, auxiliada por los niños más grandes. Los adolescentes trabajan en pequeños encargos en las cercanías de la ciudad. "¿Por qué no nos acompañas al mercado señora Paulina?" Le preguntaban constantemente los niños del orfanato, a lo que constantemente respondía que se encontraba cansada y que se aburrirían con ella.
Lo cierto es que, a pesar de que los niños ahora podían ir más allá del espacio de Vida Eterna, las García no eran capaces de ver más allá de unos cientos de metros. Para ellas, el espacio blanquecino no había desaparecido del todo, estaban encerradas en un globo de nieve. Ambas sabían que esto no podía mantenerse así, y buscaban formas para salir en sus tiempos libres.
Paulina vivía
Damián Rubio empezó a recobrar la consciencia, su cabeza le daba vueltas y sus pestañas lagañosas se despegaban con dificultad. Algo normal para él en una mañana de lunes, sin embargo había un elemento que no encajaba con los demás: tinnitus. Un ruido insoportable que solo fue la antesala a un fuerte dolor de cabeza juntando con el shock de una habitación blanca iluminada con un foco de baja calidad; Damián no estaba en su casa.
Las pocas manchas que no eran de color blanco en su campo de visión fueron tomando forma una por una: una mesa frente a él, una puerta grisácea con un picaporte negro, una silla en el extremo opuesto de la suya, y un pequeño bonsái en el centro de la mesa en la cual Damián decidió centrar su atención ya que el color verdusco de su follaje le ayudaba a adaptarse a la luz.
Una potente fragancia dulce con un toque ácido al final inundaba la habitación, lo que ayudó a Damián a mantener un pensamiento objetivo y no entrar en pánico, recordando todo lo que aprendió en su entrenamiento en la COG y lentamente aceptar los riesgos en los que sabía que se metía. Tenía las manos esposadas por detrás de su silla, y estaba amordazado.
Sin embargo este pequeño momento de reflexión fue abruptamente detenido por el sonido de unos pasos pesados provenientes desde atrás, seguidos por un golpe de una tetera de metal que caía sobre la mesa al lado del bonsái. Aquél regreso a la realidad provocó un sobresalto tal en Damián que hizo desaparecer aquél infeccioso olor.
Un hombre alto, calvo que portaba un pantalón formal, guantes y una camisa blanca remangada hasta los codos, cubriendo su cara con un cubrebocas, era el responsable de estos sonidos. Lentamente el hombre vertió agua en el bonsái, del cual desprendía un poco de humo. De un momento a otro, el hombre aventó el resto del contenido de la tetera en la cara de Damián. Agua hirviendo.
El agente de la COG soltó un leve quejido y tosió por unos segundos, mientras el hombre le propinaba un golpe en la mejilla con la mano izquierda, y con la otra sostuvo fuertemente a Damián por la garganta.
"¿Ya está con nosotros, agente?" dijo sarcásticamente el hombre mientras soltaba a Damián y se sentaba de forma pesada en la silla al otro lado de la mesa, "Sus compañeros se encuentran, digamos, "indispuestos", si me dice lo que quiero saber pueden regresar a casa, juntos y en una pieza, solamente tiene que decirme qué pasó en-" la voz del hombre fue cortada repentinamente por tinnitus de nuevo, en un volumen que era demasiado para soportar sin hacer una mueca de dolor.
Al ver esto, el hombre le permitió respirar una vez más a Damián, exhalando profundamente y volteando mientras sacaba una especie de comunicador de su bolsa mientras murmuraba algo incomprensible. Cuando el tinnitus nuevamente se detuvo, Damián, consternado, trató de recordar porqué se encontraba en esta situación, pero la respuesta fue más desalentadora: no podía recordar su última semana por alguna razón.
Para aumentar su nerviosismo, Damián experimentó una sensación para la cual estaba entrenado y supo identificar rápidamente, un enlace psíquico proveniente de la misma habitación que contenía un mensaje: "No te preocupes, yo me encargo".
De un momento a otro las luces en la habitación se apagaron, cubriendo todo en oscuridad. La fragancia dulce se volvió amarga, similar al jengibre, y se escucharon ruidos de asfixia. El evento duró 5 segundos, y cuando regresaron las luces, ahora con el tono rojo oscuro de emergencia, Damián pudo ver al hombre en el suelo con globos saliendo de su garganta. El enlace psíquico volvió a hacerse presente con un nuevo mensaje: "Corre".
Puramente por instinto, Damián tomó el bonsái y huyó por la puerta. Él sabía que lo que dijo el hombre era ciertamente mentira, la instalación en la que estaba era pequeña, y probablemente sus compañeros, si bien les fue, están muertos ya. El enlace psíquico le mantuvo al tanto de la dirección que tomar, así como Damián también seguía un aroma similar al ginseng, el primero que notó desde su captura, aunque era difícil, su bonsái resultó ser el que emanaba la nube ácida de jengibre.
La respuesta de sus captores no se hizo esperar, Damián no tardó en escuchar las botas golpeando contra el suelo de lo que parecían soldados de negro con un logo blanco en su pecho. "A la derecha", exigió el enlace psíquico, forzando a Damián a entrar a una pequeña oficina en dicha dirección. La puerta de la oficina estaba media abierta, y cuando Damián trató de abrirla por completo el tinnitus se hizo presente de nuevo, impidiendo hacerlo y tuvo que entrar metiendo la panza. La razón de esto era evidente una vez dentro de la habitación: un bonsái similar al suyo se encontraba sobre el ángulo de la puerta. Un poco más y le hubiera caído en la cabeza. Damián encontró cobertura detrás de una mesa.
La peste de jengibre se intensificó, asemejándose a una especie de aerosol urticante similar al de uso policial. Damián mantuvo con una mano el agarre a la maceta mientras se cubría la nariz y boca con la otra, mientras tanto otra orden sonó en su mente, "agáchate".
Instantes después, los pasos de los militares se hicieron más y más cerca, hasta que la puerta se abrió por completo. Damián pudo sentir un gran dolor a través del enlace psíquico, al mismo tiempo que se escuchaba el rompimiento de una taza de porcelana. Damián se agachó cubriendo su nuca, y sorpresivamente su maceta, como si de una fuerza magnética se tratase, salió volando de su mano.
Ahora no solo el gas de jengibre era presente, sino un fuerte tinnitus, aún mayor que el que experimentó al inicio. Damián no pudo notar el caos que había a solo unos metros de él, cuando se acostumbró al zumbido pudo notar disparos, y un desconcertante sonido de globos explotando. Cuando todo se calmó, Damián levantó la cabeza para ser automáticamente recibido por una mancha blanca, y nuevamente, perdió el conocimiento.
La cabeza de Damián daba vueltas, sintió como si hubiera despertado de un largo sueño. A diferencia de su más reciente despertar, ahora se levantó más fácilmente y se encontró con una habitación con la que estaba más familiarizado, el estudio de su casa. Una habitación repleta de libros con una mesa de roble en el centro. Sin embargo, esto no lo calmó del todo, no sabía la fecha y cuánto tiempo había ocurrido entre lo último que recordaba y su captura, sin mencionar la semana de información perdida.
Poniendo más atención a sus alrededores, notó que su laptop estaba prendida, convenientemente en el portal de información de personal de la COG. Damián salió de ahí rápidamente para evitar ser rastreado, encontrando un archivo de texto en su escritorio que no reconocía.
Damián abrió el archivo, el cual consistía en un archivo de personal de la COG:
Nombre del Agente: Miko y Riko.
Departamento: División PHYSICS.
Cargo: Agentes de Infiltración.
Tiempo dentro de la Organización: 2 años.
Descripción: Un par de bonsáis que aparentan ser de ginseng. El origen, así como si en verdad tienen capacidades anómalas, es desconocido. Nunca se ha avistado una operación de Miko y Riko, sin embargo, sus resultados han sido positivos. A esto también se le atribuye una anomalía espacio temporal, ya que no hay evidencia de sus operaciones en el área descrita en sus informes, incluso si dicha operación tiene horas de ser llevada a cabo. La entidad que asigna las misiones Miko y Riko es desconocida.
Existen rumores dentro de la organización sobre una plantas con personalidad propia, habiéndose comunicado con el personal, o incluso han reportado eventos espontáneos de la aparición de los mismos emitiendo un fuerte olor a ginseng.
Se ha esparcido una contramedida de desacreditación por parte del Alto Mando, con el fin de mantener la calma entre los empleados.
Este archivo, así como todas las operaciones de los agentes, están restringidos para el personal común, y solo pueden ser accedidos libremente por el Sub-secretariado. Existe un rumor que dice que los empleados que hayan interactuado con las plantas directamente pueden acceder al mismo, pero no ha sido comprobado. En cambio, se sabe que la mayoría de los agentes son incapaces de acceder a este documento, incluyendo cuando otro agente que es consciente de las capacidades de Miko y Riko da indicaciones de los mismos. La razón de esto sigue siendo desconocida.
Por orden del Alto Mando, se recomienda ignorar los rumores sobre los agentes, y si cree haber visto algo relacionado a los mismos, póngase en contacto inmediato con el equipo de atención psicológica.
ACTUALIZACIÓN DEL ██/██/████:
Durante las fechas de ██/██/████ y ██/██/████, múltiples agentes de la COG fueron capturados por la Fundación SCP en una redada para eliminar la entidad amenaza KTE-3487-Paradoja Servicial (ahora también conocido como SCP-ES-███). El intento de eliminación fue infructuoso, y 5 agentes fueron capturados por la Fundación, debido a un posible rumor de infiltración (lo cual era cierto pero no tenía relación con la operación en cuestión).
Los agentes Miko y Riko fueron enviados, y en una operación que duró 1 día lograron recuperar a los 5 agentes, lamentablemente ninguno seguía con vida. La causa de muerte reportada fue vía asfixia con globos de látex.
"Un momento, ¿Qué haces aquí?"
"Alístate Amerys, hoy es un día importante"
Las palabras de su padre fueron lo que por fin lograron romper el estado de somnolencia del joven. Su padre, el visir de Ramsés III, era una persona estricta y orgullosa, siempre lo mantenía a raya para dar una buena impresión al resto del pueblo egipcio. Amerys conocía perfectamente la voz de su padre, y el tono de este día no tenía nada que ver con la imagen que con tanto esmero había logrado imprimir en la mente de su hijo; hoy Atribis no era el visir del faraón, ni el padre estricto, hoy se le escuchaba como si fuera de su edad y, lleno de nerviosismo, quisiera compartir el día con un amigo.
Amerys, motivado y a la vez con una mezcla de nerviosismo y temor a lo desconocido que le revolvía el estómago, se alistó con la ayuda de uno de los siervos de la familia. Atribis se encontraba en la puerta de la casa, caminando en círculo como león encerrado. Amerys se olvidó por completo de tantos años de etiqueta y corrió hacia la puerta para encontrarse con su padre. El visir, por su parte, si antes hubiera gritado a su hijo por tan vulgar despliegue en la vía pública, hoy solo le dio un par de palmadas amistosas en su espalda.
"Has crecido hijo. Estás en camino de volverte un adulto. Sé que no ha sido fácil, y que aún me queda mucho por mejorar para darte un legado de acuerdo a tu persona, pero me siento orgulloso de ti, no quiero que olvides esto."
El chico no estaba acostumbrado a recibir halagos, menos de su padre, por lo que tartamudeó un poco antes de responder.
"Gracias padre, tu trabajo como visir es admirable, pero ¿a qué se debe todo esto?"
Antes de dar una respuesta, Atribis rio un poco al darse cuenta de su error.
"Lo siento, estaba tan feliz que se me ha olvidado comentarte. Hoy me acompañarás a mi trabajo."
El repentino cambio en la actitud de su padre lo hizo sospechar más, Amerys ya había asistido en algunas ocasiones a esta clase de eventos, y sabía bien que el faraón no se encontraba en estas zonas, había emprendido un viaje por el delta del Nilo para supervisar sus dominios. Sin embargo, esta fresca actitud lo hizo acompañar a Atribis sin rechistar.
A pesar de este sentimiento de curiosidad, las expectativas de Amerys no eran muy altas; "lo más seguro es que haya descubierto una forma revolucionaria de administrar los recursos del reino", se decía a sí mismo. Cual fuera su sorpresa al ver a su padre alistando recursos para una caravana. "Viajaremos rumbo a Karnak, hay alguien que quiero presentarte", fueron las únicas palabras de Atribis al ser cuestionado. Amerys, sobrepasado por su confusión, simplemente se limitó a seguir las indicaciones de su padre, ayudándolo en la recolección de víveres.
Fue un viaje de 3 días y 2 noches sin mayores complicaciones, la caravana altamente protegida del visir era una vista lo suficientemente intimidante para disuadir a cualquier ladrón de caminos. El padre, aún lleno de nerviosismo, en contraposición a su actuar se mantenía reservado en sus motivos por el repentino viaje, "es una sorpresa, ya verás que el viaje valdrá la pena", repetía incesantemente a su hijo.
Karnak era una vista nueva para el joven Amerys, una pequeña ciudad en medio de la nada que no envidaba la atención de la capital, ya que contaba con uno de los templos más importantes de todo el reino, el gran santuario de Amón. Apenas la caravana se disolvió, Atribis apuró a su hijo para visitar el santuario. En el camino al edificio, Amerys se percató de que la atención de los civiles se posaba en su padre, acompañadas de cuchicheo. El chico entendió rápidamente el porqué, si bien él ya estaba acostumbrado a la apariencia de su padre, es cierto que ver una persona cubierta casi por completo de ropajes y vendas, solo dejando ver sus ojos, sería algo llamativo.
Cuando entraron al templo, Atribis le pidió a un par de guardias que desalojaran el recinto, ya que quería discutir algo a solas. Los soldados acataron la orden, y rápidamente el santuario se quedó en completo silencio.
Atribis le pidió a su hijo que lo esperara un momento, mientras se acercaba a los guardias con los que habló antes. Amerys los vio hablar por un tiempo, en un lenguaje que no podía entender, pero se les veía animados. Aún sin saber qué es lo que decían, Amerys dedujo que los guardias estaban felicitando a su padre por algo, e incluso los vio riendo, como si fueran amigos de toda la vida. Amerys nunca había visto a estos guardias en su casa o había oído algo sobre ellos de su padre.
La conversación terminó, y Atribis junto a los guardias caminaron hacia una pared en el fondo del santuario. Uno de ellos levantó una pieza del piso revelando un compartimento secreto del cual sacó una bolsa de gran tamaño, fácilmente el doble del tamaño de su cabeza, mientras que el otro sacó una vasija. Amerys pudo identificar un olor similar al pasto que lo inundó cuando el guardia destapó la vasija, revelando un líquido similar a la miel de color verduzco.
Los tres hombres procedieron a usar el líquido como una pintura, haciendo símbolos en su cara. Habiendo terminado, Atribis dibujó más símbolos en la pared del santuario que tenía enfrente. Los tres al unísono empezaron a volver a hablar en el idioma desconocido para Amerys, de lo cual pudo intuir que era una especie de plegaria. Los símbolos del santuario, así como los de los rostros de los tres emitieron un brillo verduzco oscuro, y múltiples raíces emergieron de las grietas de la pared, separando los ladrillos y dejando al descubierto un pasadizo subterráneo, iluminado por unas plantas cuya punta estaba compuesta por una bolsa de savia que brillaba.
Amerys quería correr, todo lo que había aprendido hasta este punto le decía que era herejía y lo tenía que denunciar con el mismo faraón, pero aquel olor que emergió de la vasija, así como la luz verde, lo llenaron de un sentimiento de calma y seguridad que no había experimentado en su vida, y que lo forzó a quedarse parado sin decir nada. Ambos guardias se despidieron de Atribis y atravesaron la puerta. El padre llamó al hijo, y al no ver respuesta, lo tomó de la muñeca y lo llevó al pasadizo. El agarre de Atribis, si bien era enérgico y fuerte, Amerys pudo sentir que no tenía malas intenciones, por lo que decidió aguantar sus preocupaciones y ver de qué se trataba esto.
Mientras más descendían, las paredes se cubrían más de plantas cuyas formas, colores y olores eran completamente nuevos para Amerys.
"Dime hijo, ¿Qué es lo que representa Amón?"
Amerys, sobresaltado por la pregunta, contestó de forma desordenada: "Eh, pues es el dios rey, el dios de la creación"
"Así es, de Amon-Ra proviene toda la vida, todo lo que hay en movimiento, y la fuerza de nuestro imperio, pero alguna vez te has preguntado ¿este dios creador es el único?"
"no lo entiendo padre, ¿a qué te refieres" preguntaba Amerys mientras seguían descendiendo por la escalera que parecía no tener fin.
"Verás, es cierto que de la luz proviene toda la vida, pero toda la vida depende las plantas. Piénsalo, el humano come animales que a su vez se alimentaron de plantas, de cierta forma, todo proviene de la naturaleza. Creo que ese esfuerzo por mantener el mundo funcionando también debe ser reconocido. Es egoísta que solo una deidad se jacte de haberlo creado todo, y todo esfuerzo debe ser reconocido. Pero bueno, eso es lo que yo pienso, tu deberás sacar tus propias conclusiones", decía Atribis mientras se removía las vendas de sus brazos. Amerys pudo apreciar que en los brazos de su padre habían manchas verduzcas, similares en color al líquido de la vasija.
"Hemos llegado. Quiero que experimentes la naturaleza desde otro enfoque" Atribis se detuvo por un momento esperando que lo alcanzara su hijo, apartándose del camino.
"Este es el Gran Santuario Verde" dijo Atribis enérgicamente.
El santuario consistía de un gran lago de aguas cristalinas en el centro, en sus bordes habían plantados árboles gruesos de flores rosas, cuyas hojas flotaban en las aguas calmadas, las paredes decoradas de vides y enredaderas verdes. Pero esto no era lo que le llamó la atención a Amerys, más adelante del lago, yacía una superestructura cuya textura le recordaba a la piel de los cocodrilos. Era tan grande que no podía ver el inicio ni el fin. En la parte superior había una especie de jardín con los mismos árboles del lago.
Atribis comenzó a caminar guiando a su hijo hacia unas escaleras de madera cerca de la estructura, y fue ahí donde Amerys entendió su naturaleza: era un ser vivo, mitad cocodrilo y otro animal que no reconocía, pero era una textura lisa. La escalera se encontraba sobre una de las patas de la entidad.
"La naturaleza vive en armonía mucho antes del hombre, y se complementan mutuamente. Así como un ave que come las frutas de un árbol, y esparce sus semillas para que crezcan más, nosotros acudimos a la ayuda de la misma naturaleza para esparcir lo verde. Al alimentar a la criatura con los frutos de los árboles podemos obtener una papilla de sus semillas, la cual es necesaria para los rituales." decía Atribis como forma de tranquilizar a Amerys.
"Pero padre, ¿no le están haciendo daño? este ser no puede moverse"
Atribis no respondió y solo procedió a seguir subiendo las escaleras. Una vez en la espalda de la criatura, Atribis tomó el hombro de Amerys, y con una expresión seria y algo triste dijo "Está muriendo. Este ser es muy viejo, ya no se puede mover. Lo verde ayuda a reducir los dolores que trae la edad, así como alimentarlo. Hacemos lo mejor para cuidarlo."
"¿Y por qué hay árboles en su espalda?" respondió Amerys.
"Ven, míralo por ti mismo" respondió Atribis.
Ambos caminaron hacia la pequeña arboleda, y ahí se encontraron con los guardias junto con más acólitos, todos ayudando a esculpir una pieza de piedra blanca. La forma que se distinguía era la de un ser humano.
Cuando padre e hijo entraron, fueron saludados por el resto del culto, y para sorpresa de Amerys, un ser similar a la criatura, pero del tamaño de un niño, se lanzó hacia él, derribándolo. El animal quería jugar con el joven, quien reía por los lengüetazos que le daba. Observando a la versión miniatura del animal, Amerys pudo identificar los rasgos del dios Sobek y Tueris.
"Esta es su cría, lo cuidamos para que tome el lugar de su madre. Cuando ella muera servirá de sustento para los árboles" dijo Atribis, feliz de que la criatura haya aceptado a Amerys.
Amerys intentó levantarla, pero el animal era más pesado de lo que aparentaba, así que Atribis lo auxilió. Con la situación más calmada, Amerys volvió a hablar: "pero ¿qué hace tan importante a estos árboles padre?"
"Toma, prueba esto" Atribis se acercó a uno de los árboles y tomó uno de sus frutos, con cuidado removió la cáscara de uno de sus lados y lo ofreció a su hijo.
Era un sabor muy intenso, nada a lo que estaba acostumbrado, lo que lo hizo toser un par de veces, pero era muy sabroso. Antes de darle otra mordida, Atribis retiró el fruto y se lo dio a la criatura, que lo devoró de golpe.
"Aún no estás listo para consumir esto a diario, tienes que pasar por un ritual de purificación primero, y luego desarrollar cierto nivel de tolerancia. Con un solo árbol puedes alimentar a toda una familia, sería un gran beneficio para el reino. No quiero ver a la gente sufrir, podríamos asegurar el sustento de todos, si no fuera por…"Atribis hizo una pausa. "Olvídalo. Bajemos, quiero enseñarte otra cosa".
Los dos bajaron del lomo del animal, y acompañados de la cría, caminaron hasta la cabeza de la criatura anciana.
Cerca de la boca se encontraban varias bolsas repletas del fruto que había probado antes.
"Ayúdame, hay que alimentarla" dijo Atribis mientras vaciaba una de las bolsas en la boca de la criatura, que se encontraba dormida. La criatura, sintiendo la presencia de comida, despertó emitiendo un gruñido, y masticó el contenido. Con el trabajo conjunto de padre e hijo, la gran pila de frutos se terminó antes del anochecer. Amerys se dio cuenta de esto al observar una abertura en el techo por el cual entraba luz del exterior.
Cansados, padre e hijo se sentaron en el suelo, observando interactuar a las criaturas. La anciana emitía gorjeos y ladeaba su cabeza en un intento de jugar con su crío, teniendo cuidado de no moverse mucho y no derribar la estructura en su lomo.
"¿Y bien? ¿Qué te pareció?" dijo Atribis.
"Es… es mucho que procesar en un solo día. No sé si está bien, o si es una herejía, pero es en lo que confías padre, y yo confío en ti" respondió Amerys.
"Está bien, no tienes que entender todo de una vez. No te voy a presionar a aceptar mis verdaderas creencias, solo quería que entendieras otra parte de mí. Eres libre de hacer lo que quieras".
Amerys lo pensó seriamente, mientras seguía mirando a la cría jugar. Lo cierto es que su espíritu noble fue convencido con las intenciones altruistas de su padre, y vio el valor en estos árboles. "Me gustaría quedarme aquí" respondió.
Y así la caravana la caravana que regresó a Menfis solo transportaba al visir, quien había regresado a sus más frías y estrictas costumbres. El tiempo pasó, y la piel de Amerys se tornó de un color verduzco, pero pudo conectar con el templo, pudo sentir lo que sentían los árboles, pudo ser feliz con unos simples rayos de luz solar.
Pero en Menfis las cosas se tornaron color carmesí, pues Atribis no le contó a su hijo toda la verdad. El faraón efectivamente vio como herejía los cultos verdes, y había mandado a quemar una de sus ciudades. La misión de Atribis no solo era enseñar a su hijo sobre el culto verde, sino alejarlo de él y no involucrarlo en la conspiración para derrocar a Ramsés III.
Dicha conspiración falló, y Atribis junto con todos los insurgentes fueron ejecutados, muriendo con ellos el secreto del Gran Santuario Verde.
Amerys vio un día partir a los demás creyentes, para ver sellada la entrada por el resto de sus días. Al principio no se preocupó, los frutos lo mantenían fuerte y ya estaba acostumbrado a estar solo por mucho tiempo. Sin embargo, su proceso de iniciación no había terminado, y había subsistido hasta ese momento a base de una dieta omnívora. Con el tiempo, las 3 respiraciones se redujeron a dos, la anciana dio su último aliento, y Amerys entendió que la naturaleza puede llorar, en su comunión con los árboles pudo entender su dolor, así como el de la cría.
Las consecuencias de la dieta verde empezaron a ser notorias en Amerys, se volvió paranoico y se atiborraba de frutas, sufriendo de alucinaciones en todo momento. Un día creyó ver del otro lado del lago a su padre, y se arrojó al lago.
La cría, entendiendo que su amigo estaba en peligro, se sumergió para rescatarlo. Del lago solo emergió un ser, el cual subió la espalda de la anciana y se sentó en el centro de la arboleda, pidiéndole a lo verde que no lo dejaran despertar de nuevo.
Lo verde, en toda su sabiduría, le impidió morir al ser que quedaba. Su labor aún no había terminado.
El ser entendió que había cometido un error, y deseó no haber salido de ese lago.