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12 de mayo de 2019. Soy el doctor Tomás Lopresti, médico forense al servicio del Sitio-63. A las 19:03 del día de hoy, un total de 9 cadáveres han sido recogidos en el desierto de las Tabernas, Almería, durante un incidente anómalo clasificado. No se me ha dispuesto de mayor información sobre lo ocurrido, sencillamente se me ha solicitado realizar un análisis exhaustivo de los cuerpos para realizar el certificado de defunción de cada uno y descartar la presencia de anomalías. No es habitual, ni mucho menos agradable, que me hagan trabajar a ciegas por meros formalismos burocráticos, la única a la que puedo quejarme es a esta grabadora. Y, contrario a la práctica habitual, debido a los recortes en el sistema, no dispongo de ningún técnico de apoyo para realizar las necropsias en esta ocasión. De modo que tengo trabajo para, al menos, un día y medio. Necesito un café.
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Todo el material está dispuesto para comenzar. El primero de los cuerpos corresponde a una mujer de avanzada edad. 1,60 m de altura y 39 kg de peso corporal. No he encontrado ningún tipo de identificación personal entre sus prendas. A juzgar por la ritidosis y la canicie generalizada del cuero cabelludo, en el momento de la defunción debía tener entre 70 y 80 años, aunque podría tratarse de una subestimación. El estado de descomposición es bastante avanzado, superior aparentemente al del resto de cuerpos según he podido apreciar en una ojeada inicial. Sugiero que su defunción debió darse, a lo mínimo, hace un lustro. En todo caso, algunas partes como el rostro se encuentran sorprendentemente bien conservadas. Tomaré muestras de tejido para analizarlas a posteriori y ratificar la fecha de expiración.
Se me ha solicitado expresamente confirmar la situación de óbito. En una ocasión llegué a abrir en canal a un joven oficial que sencillamente se encontraba en un profundo trance por una sobredosis de amnésticos. Dudo mucho que un forense normal tenga que preocuparse de este tipo de asuntos de rutina, si es que mi trabajo es impresionante.
Que así sea: los pulsos centrales y periféricos se encuentran totalmente abolidos, los reflejos son inexistentes, no se ausculta el ritmo cardíaco y hay una afonesis pulmonar bilateral. Las pupilas están en una midriasis intermedia. Estos son todos los criterios que he tenido el placer de estudiar para poder diagnosticar a una persona, con total seguridad, muerta. No considero que sea preciso realizar el electroencefalograma, sino darían las uvas.
Comencemos con lo importante. El cuerpo está muy contaminado y repleto de arena y polvo. La inspección inicial demuestra la presencia de múltiples equimosis en tórax y extremidades superiores e inferiores, sugestivas de un proceso politraumático. Resulta particularmente muy llamativa una lesión cutánea a nivel del hemitórax izquierdo anterior, con destrucción de la parrilla costal y parte del manubrio esternal. Está cubierta por fragmentos de epidermis y un hematoma, los cuales dificultan la visión más allá de los huesos. La extensión de la lesión y la afectación de los tejidos subyacentes son indicativas de que el mecanismo lesivo fue una herramienta contundente de un tamaño considerable. Realizaré una exploración de esta lesión en mayor profundidad posteriormente.
En el tobillo izquierdo hay una marca en la piel que lo envuelve por completo. La forma de la marca y el modo en el que esta se hunde en la epidermis me hace pensar que pueda ser fruto de un amarre muy duradero del cadáver con una cuerda o cadena. Dicho tobillo está, además, luxado a al menos 5 centímetros, pero no hay reacción hemorrágica próxima a la región, aspectos que refuerzan dicha teoría.
Al manipular las extremidades, he localizado múltiples focos de fractura a nivel del húmero proximal, radio, metacarpianos, tibia y peroné; obviando las fracturas en estallido de las costillas izquierdas. Las equimosis no parecen corresponder totalmente a cada una de estas fracturas, así que, o bien los hematomas se han desplazado con el movimiento del cuerpo, lo cual considero poco probable; o bien varios de estos traumas fueron ocasionados post-mortem.
El abdomen no muestra alteraciones evidentes. No hay mayores signos dignos de mención a nivel de la inspección visual. Como detalle, mencionar que lleva varias prótesis dentales bastante rudimentarias, no parecen siquiera de las que se usan en este siglo. Claro que yo no soy odontólogo, por lo que no soy quién para valorarlo.
Procederé a abrir el tórax para estudiar la lesión principal en mayor profundidad y extraer las vísceras. Para ello, realizaré una incisión en T en lugar de la tradicional incisión en Y, cortando a nivel supraclavicular para no inferir en los bordes de la lesión. Y este es uno de los momentos clave en los que tener a alguien conmigo cortando costillas sería muy de agradecer.
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Resulta extremadamente curioso el hecho de que el corazón está totalmente ausente. El pericardio está en un estado deplorable y los vasos sanguíneos cardíacos están totalmente desgarrados. Sin embargo, más allá del fino pero extenso hematoma superficial, no hay signos importantes de sangrado. La sangre intravascular está totalmente trombosada, lo cual es de esperar debido al tiempo transcurrido, y el pulmón y el diafragma están perforados. Definitivamente, esto fue realizado varios días post-mortem para que la sangre llegase a su éxtasis y coagulación, y no fue un proceso particularmente delicado.
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La extracción visceral ha sido completada. En lo que respecta al resto de vísceras, su valoración es de poca utilidad debido al grado de descomposición. Se ve que esta mujer era monorrena, pero a diferencia del corazón, la extirpación de su riñón derecho parece obra de un cirujano. Los vasos renales están suturados, técnica de coagulación eficaz para este tipo de operaciones, pero algo anticuada con los métodos modernos, y la grasa perirrenal apenas está afecta. Esto sin duda dista bastante en el tiempo al momento de la defunción.
No he podido localizar ningún otro signo destacable en el cuerpo. Y no nos vamos a engañar, me quedan 8 más y prefiero ir aligerando a ser posible. Siempre puedo volver si encuentro algo llamativo en uno de los siguientes.
La causa de fallecimiento es difícil de establecer a causa de las múltiples lesiones corporales ocasionadas a posteriori. Estas fueron ocasionadas por, al menos, una persona durante varias semanas tras la muerte, por lo que bien podría tratarse de un homicidio. Las lesiones cutáneas y algunas fracturas demuestran que existió un forcejeo muy intenso, pero la causa concreta no soy capaz de diagnosticarla con certeza. También podría haberse dado un infarto de miocardio dadas las características de la mujer, pero supongo que eso es algo que jamás sabremos.
Y ahora, voy a cenar. Quizá logre que alguno de los guardas en la cafetería me eche un cable con el siguiente. No tengo muchas expectativas.
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Sigo solo, como era de esperar. El segundo cuerpo corresponde a una mujer caucásica de mediana edad. 1,66 m de altura y 72 kg. Tampoco he sido capaz de identificarla, pero sus atributos difieren bastante de los del primer cuerpo, de modo que intuyo que no son familia directa. Está bastante mejor conservada, eso sin duda.
Otra vez, no hay pulso, frecuencia cardíaca ni respiración, de modo que confirmo el diagnóstico de muerte.
Hay múltiples lesiones de pequeña extensión por contusión y abrasión a nivel de las extremidades y el dorso del tórax. Su profundidad es mínima y no parecen provocar afectación de los tejidos subcutáneos. Las lesiones no tienen hematomas ni intentos de cicatrización, de modo que fueron ocasionadas post-mortem. Este perfil es altamente sugestivo de que el cuerpo fue arrastrado por el suelo durante varias horas.
Además, tiene marcas en ambas muñecas prácticamente idénticas a las que presentaba el cuerpo anterior en el tobillo, y también están ligeramente subluxadas. Pero lo que más me llama la atención es que este también tiene una lesión incisa notoria en el hemitórax izquierdo. No obstante, esta es muy diferente a la primera: apenas es una incisión horizontal de 14 centímetros subclavicular siguiendo el trayecto subcostal de la segunda costilla. Los bordes son bastante lineales, aunque claramente no quirúrgicos.
También me resulta muy llamativo la gran cantidad de líquido libre en este cuerpo. Sí que puedo presumir que, en su momento, esta mujer tenía cierto grado de sobrepeso, pero en alguien tan joven, una retención de líquidos de este calibre es extraña. Gran parte parece haberse acumulado en el abdomen, habiendo adoptado este un aspecto globuloso. Espera, ¿esto significa lo que creo que significa? Tengo la sensación de que me voy a encontrar algo muy desagradable cuando la abra.
A continuación, abriré el cuerpo. En este caso, haré uso de una simple incisión toracoabdominal medial y separaré las articulaciones costoesternales derechas. No es el método más cómodo, pero sí el más indicado si pretendo no inferir en exceso sobre la lesión torácica. Vamos a ello.
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En la inspección visual inicial de las vísceras, la mayoría de órganos internos no parecían verse tan afectados por el edema, pero el útero se encontraba ligeramente distendido. Tal y como cabría esperar, se trataba de una gestante de unas 8 semanas, lamentablemente. Y eso implica que me toca hacer otra necropsia más, estupendo.
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No he encontrado mayores alteraciones estructurales de interés en el cuerpo de la madre. En lo que respecta a la lesión torácica principal, de forma semejante al cadáver previo, el corazón ha sido extraído radicalmente. El pericardio y la pleura anterior del pulmón izquierdo están algo lacerados, pero el pulmón está prácticamente intacto, sugiriendo que fue un proceso bastante más cauteloso. Sugiere una mejoría en su modus operandi.
Me sigue resultando complicado determinar la causa de la muerte nuevamente. Todas las lesiones que se aprecian fueron post-mortem, probablemente por un proceso de arrastre del cuerpo, así como la extracción cardíaca. Tal vez la causa de la muerte esté más relacionada a mecanismos anómalos, y que por ese motivo me hayan privado de toda información acerca del caso. De ser así, solo me limitaré a reportar lo que pueda ver de forma objetiva.
Creo que con este ya estoy, paso al feto.
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No es que sea ningún experto en trabajar en este tipo de… Personas, ni tampoco es algo que me resulte especialmente agradable. En lo que llevo de carrera laboral, solo he estudiado dos, lo cual es un número ya de por sí bastante elevado. En todo caso, voy a necesitar consultar algunas guías.
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No he podido sacar mucho en claro. Puedo afirmar que se trata de un feto de un poco más de 8 semanas de vida que, claramente, ha fallecido a causa de la situación de hipoxia por la muerte materna. No obstante, creo que he detectado una cardiopatía mayor, suponiendo la ausencia total del tubo cardíaco, que a estas alturas del desarrollo ya debería observarse como un boceto bastante preciso del corazón con sus debidos tabiques.
Ello parece haber afectado al desarrollo normal de todo el sistema vascular fetal, de modo que incluso aunque la madre hubiera sobrevivido, este pequeño no habría sido viable. Nunca había visto ningún caso de un feto con ausencia total de cardiogenesis, si lo que tuviera fuera un trabajo normal, podría reportarlo y salir en alguna revista científica de prestigio. Otra vez será.
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El siguiente es sin duda alguien mucho más interesante que los anteriores. Se trata de un varón de mediana edad, posiblemente por encima de los 45. Era un operario de la Fundación y, para mi fortuna, no le han quitado ni una sola pieza de ropa, de modo que aún tiene su placa identificativa colocada cerca del hombro.
Y efectivamente, se trata de Héctor Ramírez… ¿De qué me suena ese nombre? Héctor, Héctor… Voy a consultarlo en la terminal de datos, no tengo tanta prisa.
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Toda la información acerca de este sujeto es confidencial, debía de ser un pez gordo. He querido preguntarle a alguno de los guardas, pero se ve que están rotando o algo. Ya me enteraré, me quedo con el nombre.
Bueno, vamos con lo de siempre.
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A juzgar por su apariencia, la carente putrefacción, el rigor mortis y la dactiloscopia, se trata de un cadáver reciente. Mucho, diría que seguramente de esta misma tarde. He ojeado por encima otros de los que me quedan, y ninguno es ni de lejos tan reciente, lo cual me resulta particularmente curioso.
Luego, no tiene pulso, reflejos ni respira, de modo que puedo instaurar el diagnóstico de muerte. Quizá pueda precisar un poco más la hora cuando acabe, aunque supongo que eso es un dato que los de arriba ya tienen.
Procederé a desnudarlo y prepararlo. Hay mucha sangre, quizás me cueste un poco.
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Se trata de un modelo mucho más sangriento que las otras dos. Tiene una lesión catastrófica en el tórax izquierdo, causada por un mecanismo traumático contuso. Parece el resultado de haberle golpeado con una bola de demolición. Todos los arcos costales están pulverizados, y algunos del lado contralateral, y el mediastino está totalmente expuesto al exterior. Hay muchísima sangre coagulada, debo limpiarla antes si quiero verlo bien.
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Durante la limpieza de la cavidad generada por la lesión, he podido apreciar que no hay magulladuras ni heridas a nivel de las extremidades, lo cual difiere de los dos casos anteriores. Como si este cuerpo no hubiera sido arrastrado por la arena. Pero hay otro hematoma abdominal importante, también posiblemente causado por otro mecanismo traumático, quizá algún proceso compresivo. Me temo que el cuadro general es difícil de valorar.
Con respecto al mediastino, como era de esperar, falta-
Mi padre me dijo una vez que tener un rey en la mano no sirve de nada si no lo acompañan otras figuras.
¡Ah! ¡Demonios, suéltame!
Creo que tú serías una excelente sota.
¡Seguridad! ¡Seguridad! Suéltame o te corto los dedos.
¿Un bisturí? No creo que te vaya a servir de mucho. Acabemos con esto.
¡No! ¡Segu-
Será rápido, he aprendido cómo hacerlo. Me gustaría completar mi baraja, y este Sitio es un buen lugar para comenzar. Solo un poco más y… Ya está. Bienvenido al infierno.
Acto II
Escena I
Interior. Comedor amplio, decoración pobre y humedades en el techo. No hay ventanas y solo hay una puerta cerrada al fondo de la escena. En la pared izquierda hay una chimenea prácticamente apagada, con algunas chispas surgiendo de las ascuas y con la garganta impregnada en hollín. Al lado de la chimenea hay un retrato familiar colgado en la pared, pero este está borroso y apenas pueden distinguirse las siluetas de los integrantes de la imagen.
En el centro de la habitación, hay una mesa y, alrededor de esta, 7 sillas de madera. Sobre la mesa hay una olla y diversos platos con una pequeña cantidad de caldo en ellos. Sentados alrededor de la mesa están: la abuela, en la silla más próxima a la puerta, durmiendo; el hermano mayor, a la derecha de la abuela; la prima hermana, a la izquierda de la abuela; el abuelo, sentado en el canto adyacente a la prima hermana mirando al suelo; el tío, en frente del hermano mayor; la tía, enfrente de la abuela, la hermana mediana, detrás del abuelo encogida en la silla; y la madre, quien está en la esquina izquierda enfrentada a la pared amamantando a su bebé. Hay otras 5 sillar vacías desperdigadas por la habitación, una de ellas recubierta de terciopelo y colocada minuciosamente frente a la chimenea.
La puerta se abre y el hijo menor cae en la habitación. La puerta se cierra tras él.
Tía: (Se levanta de la silla y mira unos segundos con desdén al hijo menor) ¿Acaso estas son formas de entrar? Limpia tus botas y siéntate ya.
Hijo menor: (Se trata de levantar, tropieza y vuelve a caer. Lleva sus manos al rostro y vuelve la vista a la puerta) ¿Ca-capitán?
Tía: El capitán Barba Negra está por llegar. Calla, anda, y siéntate a cenar.
Hermana mediana: No puede, la abuela está en medio.
Prima hermana: Habrá que despertarla, qué remedio. ¿Quién se anima a sacarla de su tedio?
Tía: (Gritando) ¡Abuela, despierta, que por ti está la fiesta!
Abuela: (Se despierta y se estremece en la silla) ¿Me he vuelto a quedar dormida?
Hermano mayor: (Entredientes) Cada día con la misma parida.
Tía: Lo que eres tú es una bala perdida.
Hermano mayor: Tampoco espero ser el futuro de esta familia.
Tío: A decir lo siguiente me aventuro, y es que está familia no tiene futuro.
Abuela: ¡Anda, niño! ¿Qué haces en el suelo? Corre y siéntate junto a tu abuelo. Deja, que te ayudo, que con la caída te me has quedado mudo. (Se levanta de la silla y le tiende la mano al hijo menor, quien logra levantarse y se dirige al asiento designado)
Hijo menor: Estoy algo confuso. ¿Qué hago aquí?
Abuela: Sí que te has dado un buen golpe, te hemos llamado para la cena. (Ríe) No hagas como que no me conoces, que soy tu abuela.
Tío: ¿Recuerdas al menos tu nombre? Pues ese es el pilar de todo hombre.
Hijo menor: La verdad es que… (Queda en silencio durante algunos segundos y se lleva la mano a la barbilla. Tan pronto como toca su suave piel de infante, se sorprende y levanta la mano) Algo no está bien.
Tía: Todo está correcto. Ahora responde, pues no contestar está feo.
Hijo menor: ¿Qué? Vale, mi nombre es Ernesto. Mentira, me llamo Eric. Tampoco me cuadra. (Suspira y, a continuación, titubea) Vaya, no soy capaz ni de recordar quién soy.
Hermana mediana: ¿Esteban? ¿Roberto?
Prima hermana: (Emocionado) ¿Ahora esto es un juego? ¡Oh, quizás te llamas Romeo?
Hijo menor: Pero vosotros sois mi familia. ¿No deberíais saber cómo me llamo?
Tía: Pues claro que lo sabemos, necio, pero que no recuerdes tu nombre es un problema serio.
Hijo menor: Claro.
Abuela: Seguro que te espabilas tomando un poco de sopa. La he hecho como más te gusta, sin moscas.
Hermano mayor: De eso no estoy yo muy seguro.
Tía: ¡Ay, chaval! ¿Cuándo te has vuelto tan mendrugo?
Hermano mayor: Habló la aristócrata, ¡un segundo! (Abre exageradamente la boca y eructa)
Tío: ¡Ya te estás disculpando con tu tía por el eructo!
Hijo menor: ¡Héctor! ¡Eso! Así es como me llamo.
Hermana mediana: Vaya forma más rara de recordarlo.
Abuela: ¡Correcto, pequeñín! Pero yo bien sé que no te gusta que te llamen así. Tienes un apodo, venga, dilo para mí.
Hijo menor: Orfeo.
La chimenea vuelve a prender y descarga una pequeña llamarada.
Tía: En esta casa, nunca nadie te ha llamado eso. Mientras yo presida la mesa, aquí te llamas Héctor.
Hermano mayor: Pero no la presides de forma habitual. Sabes bien que aquí él no tiene igual.
Hijo menor: ¿Quién?
Hermana mediana: Tu padr-
Abuelo: (Grita, interrumpiendo a la hermana mediana) ¡Oh, vaya, la chimenea está que arde!
Tío: Nunca te había visto tan contento, abuelo.
Abuelo: Ansiaba desde hace tiempo poder volver a ver el fuego.
Hermana mediana: Pero todos sabemos lo que eso significa. (Se tapa la cara con las manos)
Hermano mayor: Solo trata de disfrutarlo lo poco que dure, chica.
Abuelo: Por favor, niños, un poco de silencio. El abuelo quiere disfrutar un rato de este pequeño incendio.
Hijo menor: Si tanto te gusta el fuego, abuelo, ¿por qué no te sientas delante de la chimenea?
Abuelo: ¿O no sabes que en esa silla se sienta tu padre?
Hermano mayor: Nadie quiere volver a presenciar una masacre.
Hijo menor: ¿Acaso es tan cruel?
Tío: No lo sabes tu bien. ¿Tan fuerte te has dado en la sien?
Hijo menor: Lo siento, pero tampoco soy capaz de recordar cómo es mi padre.
El bebé comienza a llorar. La madre trata de acunarlo entre sus brazos.
Hijo menor: (Se acerca a la prima hermana y pregunta susurrando) ¿Y esa mujer de la esquina, quién es?
Prima hermana: Esa de ahí es mi tía, o más bien tu mamá. Desde que llegó, su cabeza está algo para allá.
Hijo menor: ¿Desde que llegó a donde?
Tía: A ningún sitio. ¿Quieres sentarte de una vez? Esto parece una familia de simios.
Hijo menor: Y tú se supone que eres mi tía, ¿no?
Tía: Héctor, ya estoy harta de jueguecitos. Igual otro golpe en la cabeza te arregla los filtros.
Prima hermana: Que no se te suba a la cabeza, en esta casa ya hay bastante violencia.
Tía: Cierto, niña, a veces me olvido. Empiezo a pensar que se me ha aflojado un tornillo.
Abuela: A todos, querida, eso a todos. Es lo que pasa cuando ponemos tantos codos. Pero cuando estamos solos, no hace falta disimular. Solo nos tenemos a nosotros, una familia de verdad.
Hermana mediana: Empiezo a estar harta de actuar.
Tío: No nos queda otra que el hombro arrimar.
Abuelo: Tanta tristeza y tanto rencor. Tanta melancolía y tanto terror. Quizá hemos olvidado lo que significa este comedor. No sé a vosotros, pero para mí, tener otra oportunidad resulta encantador. Y no estamos solos en esto, nos tenemos a cada uno alrededor. Solo, tratemos de disfrutar de la llama mientras permanezca prendida.
Hay silencio durante medio minuto. La familia observa plácidamente la chimenea, el bebé deja de llorar.
Tío: Oye, Orfeo, ¿cómo era ese capitán?
Hijo menor: ¿De quién hablas? Me he perdido con tantas charlas.
Tío: Vaya, veo que has perdido…
Prima hermana: Su color.
Hermana mediana: Su… (Suspiro) Su vida.
Tía: Quizá nos hemos emocionado demasiado.
Hijo menor: ¿A qué viene tanta decepción? Por lo que veo, ninguno ha tocado siquiera su ración.
La puerta se abre. Entra el padre. Todos los integrantes de la familia regresan a sus asientos, sonríen y le observan. La madre se gira y sonríe mientras una lágrima recorre su mejilla. El padre va vestido con un sombrero y gabardina beix, mocasines oscuros y un maletín azul. Saluda con una reverencia y se sienta en la silla de terciopelo.
Tía: Aguardábamos tu llegada. ¿Cómo ha ido la jornada?
Padre: Ha sido un día ajetreado, pero me alegro de haber regresado a vuestro lado.
Prima hermana: Y nosotros de tenerte de vuelta, ¡ahora ya podemos tomar la cena!
Abuela: No te apresures nena, que primero hay que bendecir la mesa.
Padre: Por supuesto, de eso yo me ocupo. (Toda la familia se levanta y cierra los ojos) Demos gracias por estos alimentos y jugos. Por estas paredes y este fuego. Por nuestra familia y por nuestros sueños. Demos gracias por permanecer unidos ante los ariscos vientos del desierto, y por tener a alguien con quien hablar mientras está anocheciendo. Porque esta familia nos ha devuelto la ilusión, y la vida; demos gracias por tener una familia por siempre unida.
Todos: Gracias.
Tío: ¡Que aproveche!
Padre: Escuchad esto que os digo, me lo ha enseñado un buen amigo. Guardar al rey de corazones es en vano, si no le acompañan algunas figuras en la mano.
Hijo mayor: Yo prefiero más jugar al cinquet, donde los reyes son lo peor que se puede tener.
Tía: Ya va en serio niño, te acabaré arreando con un ladrillo.
Padre: Veo pequeño Héctor que te has dado un buen coscorrón en la frente.
Hijo menor: Así es, pero es un golpe indolente. Por cierto, padre, antes has comentado algo de un desierto. ¿A qué es debido ese pensamiento?
Padre: Era una metáfora, algunas palabras ocultan una rima tras la cáscara.
Hijo mayor: (Susurrando) ¿Un desierto, o un cementerio?
Padre: ¿Qué has dicho, chaval? ¿Acaso algo anda mal?
Hijo mayor: En absoluto padre, no hay necesidad de dejarme en jaque.
Padre: Últimamente estás muy rebelde, así tu tía acabará demente. ¿Crees que una represalia será necesaria?
Tía: No, para nada. Todo va bien, el niño solo está en una edad complicada.
Padre: ¿Qué formas son esas de hablarme? No me dejáis opción alternativa a alzarme.
El padre abre su maletín azul bajo la mesa y comienza a manipular objetos que no logran observarse en la escena. A continuación, la tía grita de dolor, mientras su brazo izquierdo se alza y su codo comienza a luxarse, escuchándose un alto chasquido por toda la habitación.
Hijo mayor: (Gritando) ¡Para, desgraciado!
La tía cae al suelo. El padre dirige su mirada hacia el hijo mayor, quien seguidamente comienza a golpear su cabeza contra la mesa repetidamente, a la par que saca la lengua y la muerde, sangrando sobre el plato de sopa, que termina derramado sobre la abuela.
Abuela: ¡Hijo, por favor, ya es suficiente! ¡Es solo un niño!
Padre: Vieja engreída, ¡no tienes ningún poder sobre mí! Mi ira no es desmedida, menos aún para una rabieta infantil. Se tragará sus palabras y su lengua de chatarra.
El bebé rompe a llorar de nuevo, y la hermana mediana se mece en su silla y coloca su rostro sobre sus rodillas. El fuego de la chimenea va menguando conforme progresa la escena.
Abuelo: ¡No! ¡El fuego! Es lo único que anhelo.
Tío: Se repite la historia del socorro en la familia de los corazones rotos.
Hijo menor: Corazones… Desierto…
Padre: Cuéntame, zoquete, ¿qué es lo que pasa por tu mente?
Hijo menor: Creo que ya comprendo a qué se debe tanta faena. (Se levanta de la silla y se acerca hacia el hermano mayor. Lo agarra de los hombros y lo yergue, y coloca sus dedos sobre sus mejillas para esbozar una sonrisa mientras la barbilla le gotea sangre. Después, coloca la silla de la tía y esconde su brazo lesionado bajo la mesa. Acto seguido, vuelve a su asiento con tranquilidad) Vamos, padre, cálmese y tomemos esta deliciosa cena.
Padre: Por supuesto… (Silencio) Disculpadme todos, quizá se me haya ido un poco la olla. Espero que la comida no esté demasiado fría a causa de la demora.
La familia cena en silencio durante 5 minutos. La puerta se abre repentinamente y entra una ráfaga de aire que termina de apagar el fuego de la chimenea. La puerta permanece abierta.
Hermana mediana: Dígame, padre, ¿esperamos visita?
Prima hermana: Tanta espera me está causando mucha intriga.
Padre: No, se trata tan solo de un pequeño percance. Permaneced sentados y la puerta se cerrará como antes.
Hijo mayor: (Ceceando) Ni de coña, no aguanto un zolo cegundo máz en ezte tugurio. (Procede a levantarse y a salir de la escena por la puerta principal)
Tío (Dirigiéndose a la tía) Vamos, cariño, tenemos que irnos ya.
Padre: Ni se te ocurra, hermano. Puedo someteros a un profundo letargo.
Tío No somos hermanos, ni nunca lo hemos sido. Bastante hemos tenido ya con jugar a las cocinitas y soportar tus rabietas, pero ahora la has cagado pero bien. Te quedas solo en tu infierno personal.
El tío y la tía abandonan la escena.
Hermana mediana ¡Vamos, levanta, abuelo!
Prima hermana Es nuestra oportunidad de salir de este agujero.
Hermana mediana Ya no tienes por qué hablar así.
Prima hermana Uh, cierto, la costumbre. Vamos, salgamos de aquí.
Hermana mediana En serio, para ya.
La hermana mediana, la prima hermana y el abuelo abandonan la escena. Son seguidos por la madre y su bebé, quien antes de salir, dirige una mirada hacia el padre y niega con la cabeza.
Padre: Tú te quedarás conmigo, ¿verdad mamá? No te irás corriendo como todos los demás.
Abuela: Era una pobre anciana a las mismísimas puertas de la muerte, a la que has obligado a participar en tu infantil obra de teatro, si por ti dependiera, hasta la eternidad. Fui la primera en entrar, y seré la última en salir. O quizás me equivoque. (Torna la mirada hacia la otra punta de la mesa, donde está el hijo menor) Deberías irte ya, chiquillo. Por muy corta que haya sido tu estancia, te aseguro que nada bueno te augura este comedor. Te esperamos al otro lado. (Abandona la escena).
Padre: Nos hemos quedado solitos, todo gracias a tus amigos. Eres libre de marcharte, esta cena ya no esconde ningún arte.
Hijo menor: Si me marcho, moriré, ¿cierto?
Padre: Muy a mi pesar, ya lo estás.
Hijo menor: Como me lo figuraba. Y por supuesto, tú eres el grandullón que hay al otro lado.
Padre: Sí, es así.
Hijo menor: En ese caso, permíteme recomendarte que seas tú el que se marche. Mi capitán tal vez sea un inepto, pero te garantizo que harán todo lo posible para hacer de tu vida un infierno, y no me refiero a uno como este. Hablo de sufrimiento genuino y soledad extrema. Sin familia y sin nadie a quien acudir, ni yo mismo podré prestarte ayuda. (Silencio) Sé que tus intenciones son nobles, solo querías una familia, algo de lo que seguro no has podido disfrutar ahí afuera, y pensaste que estas personas podrían ocupar ese espacio. Pero con una familia se comparte algo más que sangre.
Padre: Tenía sus corazones.
Hijo menor: Y aún tienes el mío, y si me lo devuelves, tal vez pueda hacer aquello en lo que tú has fracasado. Seré tu legado.
Padre: Temible debacle. Ya nada volverá a ser como antes. Yo lo he disfrutado, cada segundo, no sé ellos… Por muy irritantes que resulten, les voy a echar de menos. Yo les daría otra oportunidad, otra vida, a consta de formar parte de mi familia. Tú no estabas en mis planes, pero quizá sea lo mejor. Despedir esta tragicomedia y bajar el telón.
Hijo menor: Aún quedan actos en esta obra.
Padre: Aguarda. (Se acerca al hijo menor, coge su mano y le da su maletín.) Aquí tienes tu herencia temprana, la llave de esta casa. Cuídala bien, y de tu familia.
Hijo menor: Eso haré, padre. Veo que no has rimado.
Padre: Mala mía, no quisiera dejar eso de lado.
El padre se levanta lentamente de la silla, recoge los platos y coloca las sillas. Posteriormente, se acerca al hijo menor, le acaricia la cabeza y sale por la puerta. El hijo menor procede a cerrar la puerta y a sentarse en la silla de terciopelo.
Orfeo: La muerte es más acogedora de lo que dicen. He tenido suerte, he dado con el taumaturgo indicado. He descendido al mismísimo Hades y le he arrebatado la corona a su dueño. Derrocar al rey de corazones, suena, de algún modo, a algo tan perverso como justo. Parecía una buena persona, al menos mejor que toda esa escoria de ahí fuera. Lástima que sus metas fueran tan pobres como una mísera familia. Tanto poder… Creo que esto va a ser divertido, voy a hacer que el público se ría, sin duda. Y yo me reiré más que ninguno. (Pausa, se acerca a la chimenea apagada.) Este infierno está muy vacío, es hora de llenarlo con los viles corazones de algunos carceleros.
Fin de la escena.
B-cap: No has dormido, ¿cierto?
B-1: ¿Eh?
B-cap: Esas ojeras… Y tu cabeza se está meciendo. Está claro que no has dormido bien.
B-3: Para ser justos, estamos en un todoterreno, subiendo y bajando. Creo que a todos nos tambalean un poco todo los sesos.
B-1: ¿De qué diablos estáis hablando?
B-2: Eso lo confirma, este menda no ha dormido.
B-1: Entonces, ¿y si os calláis un rato y me dejáis dormir?
B-2: En tus sueños. Ups, perdón, que no tienes.
B-1: ¿Dónde me han metido esta vez?
B-cap: En el mismísimo infierno, y nosotros somos sus embajadores.
B-3: Esa alegoría es sorprendentemente acertada. Muy bonito, capitán.
B-cap: Por supuesto.
B-1: De modo que os describís a vosotros mismos como lo peor de lo peor. Interesante.
B-cap: Pero supongo que eso no te sorprende, ¿verdad, chaval? Nuestra reputación nos precede.
B-1: ¿De veras os sentís orgullosos de ser el hazmerreír de la Fundación?
B-2: Mucho, sobretodo cuando viene a parar gentuza con aires de superioridad como tú. Es como un cisne bañándose en estiercol.
B-3: ¿Un cisne?
B-2: No se me da tan bien esto. Pero el mensaje se entiende, estás en la mierda… Esto, ¿cómo era que te llamabas?
B-1: Héctor.
B-cap: No, déjame que tengo algo mejor… Orfeo. Sí, me gusta. Orfeo, el que bajó a los infiernos y terminó por pifiarla todo.
B-3: Brillante.
B-1: Sois una panda de críos.
B-2: Y tú nuestro juguete mientras los de arriba terminan de solucionar tu desastre. O decidir echarte de una vez, o incluso ejecutarte. La verdad, algo dentro de mí ansía conocer ese desenlace, voy a ir haciendo las palomitas.
B-cap: Al final nadie me explica nada. ¿Qué ha hecho este para acabar aquí?
B-2: Vamos, capitán, que se supone que eres tú el que debe dar buena imagen.
B-cap: Si tuviera una buena imagen, ¿crees que seguiría liderando este escuadrón de mala muerte?
B-2: Touche.
B-1: Acabemos con esto. Mi nombre es Héctor Ramírez Allman.
B-2: Aquí, Orfeo.
B-1: Me la suda. Soy miembro de las fuerzas especiales del Sitio-34 perteneciente al destacamento móvil sigma-9 “Erinias”.
B-cap: ¿O no somos todos fuerzas especiales?
B-1: ¿Es qué tenéis algo de especial? Cobrando menos que un conserje y haciendo de canguro.
B-3: ¡Eh, que tengo 20 años!
B-cap: No jodas, ¿ya eres mayor de edad? Luego te invito a unas cervezas.
B-1: Como iba diciendo, nosotros somos el último arsenal que envían cuando todos los demás habéis fracasado. De ahí lo de especial, y créeme que no me faltan fuerzas. Y cuando nos toca actuar… Digamos que no dejamos nada, ya sea anómalo o normal.
B-2: Dirás “tocaba”.
B-1: Me estás agotando la paciencia.
B-3: Capitán, ¿recuerdas aquel pequeño pueblo cerca de Murcia que había desarrollado una especie de epidemia zombie y amenazaba con ocupar toda la península?
B-cap: Eh… Sí, creo.
B-3: No sé qué es lo que pasó, pero sé que les tocó a ellos ocuparse. ¿Podrías darnos más detalles?
B-1: Es confidencial.
B-cap: Venga ya, no es como si hubiera un castigo peor que estar con nosotros, suelta prenda.
B-1: Ese pueblo sin duda ya no aparece en los mapas.
B-2: He visto cosas peores.
B-1: Te aseguro que no, en caso contrario, te garantizo que esa sonrisilla tuya habría desaparecido hace mucho.
B-2: Me voy a ahorrar el partirte la cara.
B-1: Escucha, tengo poca mecha y tú me estás poniendo el maldito soplete en la sien.
B-3: Entonces, ¿hicisteis un genocidio?
B-1: Bueno, no fue el primero. Pero sí el más descontrolado.
B-cap: En otras palabras, que se os fue la pinza matando bichos raros y ahora han mandado a tu escuadrón al rincón de pensar.
B-1: No, no hay escuadrón. Solo yo.
B-3: Eso no lo ponía en los informes.
B-1: En los oficiales.
B-2: Los mataste, ¿verdad perro?
Comando: Comando a Destacamento Móvil Ro 17. ¿Se me escucha?
B-2: Alto y claro, jefa.
Comando: ¿Interrumpo algo?
B-3: Solo otra agradable conversación como de costumbre.
B-2: Haciendo miguitas con el nuevo.
Comando: Bien. Estáis a 2300 metros del objetivo.
B-cap: Y, ¿podrías recordarnos cuál era el objetivo ese?
B-2: ¿En serio? Tú sí que vales.
B-cap: Eh, no lo digo por mí, pero veo que el nuevo no está muy enterado.
B-3: Será eso.
Comando: Estáis en una misión de reconocimiento de una anomalía móvil que induce una alteración leve de los Humes circundantes con su movimiento. De algún modo, no somos capaces de visualizar la anomalía con dispositivos teledirigidos, estos fallan al entrar un cierto rango, y las imágenes a distancia no resultan de utilidad. Quizás las comunicaciones fallen más adelante.
B-cap: Entonces somos la carnaza que tiráis al agua para ver al tiburón.
B-3: Un tiburón grande y rápido que potencialmente es capaz de usar taumaturgía pero sí, somos carnaza.
B-2: Misma historia de siempre, diferente objetivo.
Comando: Entonces, ¿tenéis claro el plan de actuación?
B-cap: Por supuesto, somos profesionales.
Comando: No, me temo que no lo sois. Cambio y corto.
B-cap: Pero será…
B-3: Se hace querer.
B-cap: Bueno Orfeíto, por fin vas a ver a los mayores trabajar.
B-2: Aparte de estos fusiles del bazar, ¿tenemos algo de arsenal?
B-3: No, al tratarse de una misión de reconocimiento, no consideran que sea necesario destinar más recursos que el vehículo para entrar y salir.
B-cap: ¿Me vas a decir que han destinado “recursos” en esta chatarra de cuatro ruedas?
B-3: Es lo que hay.
B-2: Ahora que lo pienso, no nos hacen falta más armas. Tenemos a una de las mismísimas Erinias con nosotros. La que mata zombies con su visión láser.
B-1: Ahora en serio, ¿cómo se supone que conseguisteis este trabajo?
B-cap: Permite que te hagamos exactamente la misma pregunta.
B-3: Oye, Héctor, ¿y cómo te llevabas con tus compañeros de antes? Probablemente mejor que con nosotros, ¿no?
B-1: Éramos bastante estrictos. Las relaciones interpersonales quedaban de lado. Si no te haces amigo del antílope de detrás, no te afectará mucho que se lo coma el león.
B-3: ¿No te importaban?
B-1: Eran buenos operativos. Tenían sangre fría.
B-2: Pero no eran tus hermanos. Das mucha pena.
B-1: ¿Eh?
B-cap: En este pequeño equipo somos una familia.
B-1: Si os lleváis a matar.
B-cap: Eso viene a ser una familia. Pero por muy grande que sea el león, te garantizo que yo iré detrás de mi compañero caído.
B-3: ¡Qué bonito!
B-1: Bonito, pero irreal. Eres débil, igual lo es esa noción tuya de “familia”. Depender de otros es abocarse al fracaso. Ante la adversidad, huirás mientras estos son devorados.
B-cap: Harías muy bien de adolescente rebelde en esta familia.
B-3: ¡Capitán! Creo que veo algo, a las 9 en punto.
B-2: ¡Lo veo!
B-cap: ¿Eh?
B-3: Comando, tenemos visual de la anomalía. Parece un humanoide varón muy, muy alto.
B-1: Estimo unos 4 metros.
B-2: Parece una especie de mendigo o algo. Tiene una barba blanca muy larga que le cubre la cara y su ropa está muy desgastada. Es como un viejo, va encorvado. Le falta el bastón, pero sí que lleva una bolsa azul atada a la cintura.
B-1: No parece particularmente una amenaza.
Comando: Recibido. ¿Algo más?
B-cap: Ahora lo veo. Demonios, Nano, podrías haber esperado un poco antes de informar.
B-3: Perdón, Capitán.
B-cap: Parece que está arrastrando… Oh, ¿esos son cadáveres?
B-2: Desde luego, muy vivos no parecen.
B-1: Efectivamente, parece media docena de cuerpos humanos de estatura normal. Puede que más. Parece que están sujetos por cuerdas, y que la entidad los sujeta por encima del hombro.
B-3: ¿Ves cuerdas desde tan lejos? Impresionante.
Comando: Con eso será suficiente, podéis retiraros. Voy a mandar a un equipo más especializado para iniciar la contención.
B-cap: ¿Más especializado que nosotros? Parece un anciano inofensivo, seguro que podemos encargarnos nosotros.
B-3: Creo que ignoras eso de los cadáveres, y lo de que nos saca como siete cabezas.
B-cap: Bueno, pues igual podemos acercarnos y tratar de comunicarnos con él.
Comando: Bien, tenéis autorización para tratar de entablar conversación con la anomalía y estudiarla a mayor proximidad. Sin embargo, la quiero viva, así que nada de disparos.
B-2: ¿Me tomas el pelo? Seguro que si os importásemos un ápice no nos mandaríais a algo tan arriesgado sin equipo.
Comando: Que quede fuera de registro, tienes toda la razón. Ahora moved el culo, mientras tanto, ya he enviado a alguien a vuestra posición.
B-2: Fantástico.
B-cap: Vamos chicos, me duele el trasero de estar tanto tiempo sentado. Tenemos que sacarnos un selfie con ese vagabundo.
B-3: Tu elocuencia siempre me sorprende.
B-2. Pelota. Entonces el plan es… ¿Hablar con el gigante?
B-cap: Suena bien, no se me había ocurrido.
B-2: Pero si…
B-cap: ¡Eh, tú! ¿Puedes oírnos?
B-3: Igual estamos un poco lejos.
B-cap: Buen punto. Orfeo, tú primero.
B-1: Ya.
B-2: ¡Aquí abajo, capullo! ¿Nos oyes ahora?
B-3: Ni siquiera gira la cabeza. Sigue hacia adelante, pasando de nosotros como si fuéramos meras hormigas en su camino.
B-cap: Estoy por lanzarle una piedra o algo. ¡Eh! ¿A dónde vas?
B-1: A comprobar si los cuerpos están realmente muertos o si solo ha secuestrado a un grupo de civiles. ¿Venís?
B-cap: Descuida, te cubrimos desde aquí.
B-2: Con lo mal que huele, no creo que haga falta mucha investigación para averiguarlo.
B-1: No se mueven, ni siquiera parece que respiren. Parecen gente normal. Hay un par de ancianos, hay niños…
B-3: ¿Niños? ¿Seguro que están muertos? Tócalos o algo.
B-1: No, eso sería una temeridad. No conocemos las capacidades de la anomalía, ni siquiera si esto son personas de verdad.
B-cap: Vamos, tócalos, es una orden.
B-1: ¿Qué? Esta me la devuelves. Cubridme.
Comando: Escuadrón, ¿me recibís?
B-cap: Alto y claro, jefa.
Comando: Todas las cámaras han dejado de retransmitir. ¿Habéis logrado algo?
B-cap: Bueno, este grandullón parece-
B-3: ¡Héctor, detrás!
B-1: ¡Diablos!
Comando: ¿Qué sucede?
B-1: ¡Pero no os quedéis mirando, panda de inútiles! ¡Haced algo!
B-3: El gigante ha agarrado a Héctor y lo ha elevado en el aire.
B-cap: ¡Apunten, chicos!
Comando: Capitán, detente. No tenéis autorización para usar fuego letal.
B-2: Vamos, capitán, baja eso.
B-1: ¡Calla y sacad el dichoso fusil!
B-3: ¡Te sigo, capitán!
Comando: Último aviso, bajad las armas o se tomarán medidas disciplinarias. Los refuerzos están-
B-1: ¡Agh! ¡Venga!
B-3: Oh no. No, no no. No puedo mirar.
B-cap: Aguanta Orfeo.
Comando: ¿Eso son disparos?
B-2: El tío ni se inmuta.
B-cap: ¿Y si ayudas?
B-2: No voy a cabrear más a esa cosa. Además, ya debe de estar muerto.
Comando: Reportad la situación de inmediato.
B-3: El gigante le ha metido la mano en el pecho a Héctor y le ha sacado… Oh, no puedo más.
B-cap: Creo que viene hacia nosotros. ¡Moveos!
Comando: Retiraos de inmediato.
B-2: ¿Lo está metiendo en la bolsa?
B-3: ¡Apunta allí, capitán!
B-cap: ¿Qué tonterías dices?
B-3: Si nuestra munición-
B-cap: La mía, ratas.
B-3: Eso, si tus balas no funcionan, igual lo podemos distraer.
Comando: ¡Deja de disparar de una vez!
B-2: Buen tiro, se le ha caído la bolsa. Cuánta sangre. Un momento, todo eso son… ¿Corazones?
B-3: Siguen latiendo.
B-cap: Se ha parado. Es nuestra oportunidad, chicos. ¡Dadle con todo!
B-2: Para el registro, comando, yo aún no he sacado el arma.
Comando: Descuida, probablemente os echen a todos a la calle cuando volváis.
B-2: Harpía narcisista.
Comando: ¿Qué has dicho?
B-2: ¡Vaya! Parece que las comunicaciones fallan. Te perdemos, comando.
B-3: El monstruo se ha encogido de rodillas.
B-cap: Se ve que he acertado de lleno en el blanco, sea lo que sea ese blanco.
B-2: No bajéis la guardia. Mirad detrás.
B-3: ¡Los cuerpos! ¡Se están moviendo!
B-2: Otro apocalipsis zombie, y no tenemos a nuestro experto para que se encargue de ellos. Ya la hemos cagado, así que esta vez te sigo. ¿Disparamos, Capitán?
B-cap: Esperad, no vienen a por nosotros. Van a por él.
B-3: Se están… Abalanzando sobre él. Tan siquiera se defiende.
B-2: No veo nada. ¿Qué está pasando?
B-cap: ¡Wow! Creo que eso ha sido un brazo. Preparaos por si deciden venir a por nosotros cuando acaben con él.
B-3: Todos se han levantado, menos Orfeo. ¿Seguirá vivo?
B-2: Ninguno de ellos debería estarlo.
Comando: ¿Me recibís? Cambio.
B-cap: Alto y claro.
Comando: Sabía que era mentira, es que no os soporto. Ponedme al día.
B-3: Los no-muertos se han alzado contra el gigante y ahora están cayendo uno tras otro. No creo que supongan ninguna amenaza.
B-cap: Nuestro camarada ha caído, al parecer. Te echaremos de menos, disfruta de tu viaje en el inframundo.
B-2: ¿Pero siguen vivos?
B-cap: No se mueven más. Creo que eso debería juzgarlo mejor un forense.
Comando: He enviado otro equipo para que se ocupe de limpiar vuestro desastre. Y estad preparados para lo peor cuando regreséis.
B-cap: No hay nada peor que este equipo, y eso me encanta.
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